A mis queridos poetas de la ciudad
Queridos poetas
de la ciudad, escriban en las azoteas, en sus quintos pisos, de tal manera que
su escribir sea forzado a ser su cuerpo, y es que la intemperie es una gran
maestra, te enseña a decir palabras verdaderas.
Vuestros
ojos contemplarán el cielo desnudo, ese cielo limeño tan cucufato, aprenderán
de él, y aprenderá de nosotros. Y es que
el cielo en esta ciudad es un solitario, que en su falta de trato con las
personas, trata de ser atemorizante y a veces lo logra.
Escribir es
escribir con el cuerpo. Es la única honestidad posible en este arte.
Recordar lo
que está escrito en el cuerpo, y escribirlo en lenguaje comunicable.
Esa vez que
anduviste por esas calles deprimentes, quién estuvo allí, tu cuerpo!!!,
cáspita.
Es impresionante
como nos alejamos de la simplicidad, de la sensatez.
Queridos
poetas de la ciudad, todo lo que escriben ya está escrito.
Todo cigarro
fumado en un escrito, es un cigarrillo fumado, es un día menos de vida, es
mayor posibilidad de cáncer.
Todo
escribir tiene consecuencias. Recuérdenlo.
Todo tiene
precio, incluso las comas no tienen descuento.
Hablar
sobre el desierto, es recordar el maldito sol, incluso sin haber vivido su
furia.
El cuerpo
es nuestro firmamento más próximo. Es así.
Olvidar el
cuerpo es someterse a su voluntad.
El cuerpo
en tanto firmamento nos busca disolver. Pero no es que quiera disolver nuestro yo.
Yo, jaja, ¿alguien
cree en esos cuentos?
No existe
yo. Un poeta, como todo, no tiene yo, tiene un centro y de ahí se expande, es
decir tiene un lugar.
Queda claro,
un poeta no tiene yo, tiene lugar, en tanto cuerpo.
Un poeta
tiene que infiltrarse en la flor, en la nube, en la mierda, en el azul, en los
vaso rotos. El cuerpo es su medio. El cuerpo es el medio de su experiencia.
Una
experiencia poética es una experiencia del cuerpo.
Un poeta no
es un punto de vista, es infinidad de puntos de vista, y eso va para
cualquiera. Los puntos de vista hay que ir cambiándolos. No se trata de un solo
torreón del castillo desde el que vemos el panorama del bosque, tratando de
descubrir la amenaza que en realidad está en nuestra alma, no, se trata más
bien de miles de torreones, miles de posibles puntos de vista, he incluso en un
estadio más avanzado de observación (de eso se trata el oficio de poeta),
podemos llegar a ser capaces de escuchar los mensajes murmurantes de las hojas
de esos árboles lejanos, y ser testigos privilegiados de la magna totalidad.
La magna
totalidad, nuestra relación con ella, la madre del firmamento, es realmente un
verdadero reto. Holly mierda de un bar de mala muerte, les predico
ginsberianismo. Les recuerdo Howl.
Lo más
cercano al silencio es el jazz. Lo más cercano al firmamento es la música
clásica. Lo más cercano a un atardecer es el rock hendrixiano. Lo más cercano a
comer fruta es escuchar dylan. Y so on.
Haz este ejercicio
sobre lo más cercano, sobre la semejanza, y verás cómo, dependiendo del estado
de tu carrocería mental, te verás escribiendo un mundo que no recordabas.
Un poeta es
un lugar, una pesadez, una gravedad, un cuerpo, una lucha intestina, y un poema
es un recordar tal hecho. Y recuerden, un poeta no es un tiempo. Un poeta, al
igual que todo, es una emocionante peligrosidad. No esperen salvarse de lo
tóxico. La salvación no va por ese lado.
Un poeta es
testigo de la verdadera salvación cotidiana.
Me veo
nadando en aguas tóxicas, aguas de este mundo, negras como el color negro,
mortíferas como la muerte. Se trata de nadar hasta que se deshaga el cuerpo, ir de “es la hora de comer a es la hora de
comer”.
Testigo de
la salvación animal. El cuerpo muere y animal se salva. Un cuerpo sin órganos no
tiene nada que temer más que la mirada del ángel. Las estadísticas tienen que
ser crucificadas. Los poetas clavamos la lanza y sonreímos. El sol se hunde en
un mar de estadística y vuelve a aparecer triunfante. Los poetas dejamos claro este hecho.
Coman de
este cuerpo, por éste es su cuerpo. La
repetición es el camino del dolor. Las caras de los feligreses lo son todo,
infinitos ojos, infinitos animales sedientos de sangre fresca. Un poeta es un
freak, you got it. Más cerca están las miradas de los generalillos que la mirada
de otros poetas. No estámos en el Olimpo, están en la jaula de variedades.
Pero a
veces me pregunto, quién está afuera, quién está adentro.
Dales el
micro, enjáulalos, son tan animales como tú. Animales que se sientan cruzando
las piernas y comen utilizando aplicadamente los cubiertas, más animales que el
animal.
Poetas
digan la verdad, que las noches y los días son demasiado únicos como para
olvidarlos.