Friday, April 22, 2011

Una poesía del no amor. O 151 pisos por ti.

Una poesía del no amor. O 151 pisos por ti.

Sabes que puedo subir 151 pisos por ti. Sabes que puedo hacer que el aire se detenga con el chasquido de mis dedos, y que el sabor a caramelo sea el único que exista. Sí, lo sabes. Pero no sé si sabes que en estos momentos me alzó en armas hacía ti. Que lo que digo es un conjuro. Y que es así como yo enveneno tu pozo.

Aprender a nadar, jugar con la insensatez. Tormentas hunden todas las arcas de Noé menos la Nave de los locos.

Y tras la niebla, que inclina sus rodillas ante el señorío del viento, de tu aliento, me encuentro otra vez sentado en la cima de la gran montaña del mundo, dibujando atardeceres, hilachas de sol de tinta china, respirando silencios mal prestados, ante la máquina de pequeñas muertes, siendo testigo de la sangre derramada de los novillos de Moisés, toda vino tinto, aunque no tan espesa cómo la vieja sangre, la que se tatúa en la arena faraónicas, en ofrenda al Dios Finitud, con la que se trazan todas las formas de la muerte. El águila las contempla, el abajo, al esclavo de las pirámides y a la gran piedra que le destroza, una y otra vez, el cuerpo, los huesos. No bebas mi vino.

Una lluvia de cruces, rusas, chinas, polacas, etc, etc, inmensas, lo que es decir inmensas, hacen añicos el cielo, las montañas se desmoronan ante su peso abrumador, el sol rebota y rebota en el horizonte, hasta la máquina de pequeñas muertes queda en astillas, en mondadientes, y no está demás decir que novillos y águilas comparten suertes, malas suertes.
Todo se pierde en el riachuelo de mi mente, vuelve la niebla.

Los últimos guardianes de mi buen sentido cayeron, mataste a mis Atilas. Hago lo mismo con los tuyos. Veo que tus ojos jadeantes han leído en el murmullo de los astros. Y ahora la noche se hace firmamento en tu rostro etrusco. Queda entonces la desolación. Y añoramos. Una vez pudiste sacar la oscuridad de la noche, pero encontrabas románticas las sombras que caminaban con nosotros, y no lo hiciste. Sólo un guardián ya resiste, pronto entraré. Sí, es uno con un caramelo en la boca. Uno que los espejos hacen ver como un hombre que puede subir 151 pisos por ti.

Frente a ti, guardián y vengador luchan. Tú, la diosa empapada en rojísima vanidad, no estas más protegida, eres vulnerable. La hoz y el martillo se izan en Berlín. Espero que otro sol no sea tragado por el mar antes de que tú puedas estar de nuevo frente a mí. Tenemos que hablar.

1 comment:

is monkey babe. . . is Bárbara said...

lo mismo pensaba yo de los hombres. Aunque la historia demuestra todo lo contrario (de los hombres y mujeres) las apreciaciones personales nos tienen re jodidos