Sunday, March 11, 2012

Oriunda de la noche


Oriunda de la noche
Sunset, muerte, free birds, y todo lo que los concierne.
Y ahora Miles Davis al ritmo del álbum Walkin’ y el cielo limeño al atardecer.
Oriunda de la noche, todavía no ha nacido, eso creo.
Viene en camino y me hace derramar algunas lágrimas.
Tengo suerte de que aun se humedezcan mis ojos.
La felicidad puede estar en este quinto piso.
Y se siente bien.
Qué puede haber de más precioso que el vaivén de una pita, que el ave solitaria que da sus vueltas a toda velocidad.
Estos cerros plomos que me encierran formando un inolvidable círculo.
Inolvidable es la palabra.
No olvidar.
Es más bien recordar. Es más bien una marca. Una impresión en el alma.
Con mis audífonos sólo escucho a Miles. Y del Mundo queda solo este panorama distante que me muestra mi pequeña Lima.
Y veo como las pequeñas luces amarillas empiezan a aparecer mientras escribo.
Inspiración. Un vaso de agua puede darte mucha inspiración.
Una distante batalla de nubes. Las rojas contra las azules, sí qué es de temer.
Mirar y mirar ahí. Y estas ahí. Y eres nube, y tienes la libertad de ese viento sincronizado.
Es una batalla que se agranda, que se encoge. Un osito verde.
Un poquito más de luces amarillas.
Quiero caminar en silencio y llegar a ti. Que mis pasos me lleven a ti.
Pensar en un punto de llegada. La ciudad no te deja tranquilo.
Olvídate de la paz, man. Estás en la jungla ese es el mensaje. Pero te digo que eso no necesariamente es así.
Y alzó la vista y veo como la batalla ha terminado. O qué tema aparte es este de los colores. Animalejos que me molestan que andan por mi cuerpo. Mi piel es su carretera.
Y bien es el precio, esa si es una palabra pesada y sabia. El precio.
Todo tiene un precio, hasta existir. Los instantes que pasan, ir de soledad en soledad, de arbitrariedad en arbitrariedad, de tienda en tienda, de dios en dios. Todo oscurece y no se trata precisamente de colores muy inspiradores. Hay que observar.
Las luces titilan, los perros ladran, los autos chillan esas alarmas de grandes egos. Y el cerro del fondo se vuelve un manto amarillo, me viene a la mente la palabra intermitencia. Algunas luces son más bien más claras que el amarillo chillón, los perros ladran furiosamente, hay algo en el mundo que no pueden explicar, el frío es más intenso, jaja. Estamos en verano. Los microclimas peruanos.
Y bien la noche pierde en frescura.
Otra batalla en las nubes.
El San Cristóbal. Un cerro con aura de salvajismo ingenuo. La ingenuidad es una gran virtud.
En el cielo amarillo detrás de mí veo un pez quieto, y que se va diluyendo mientras los restos de la muerte del sol van cayendo en el olvido.
Y Hércules con su cabello en remolino va en busca de cumplir otra de sus hazañas, miles de ángeles en forma de minúsculas nubes lo siguen. El pez se convirtió en cangrejo. Cada noche es distinta.
Dos estrellas dan su testimonio en esta noche. El cielo es de celeste mar. Una es más grande la otra debe ser su hija. Y están ahí arriba sin más, así como nosotros estamos aquí abajo sin más, tal cual.
Y el cielo bajo del cangrejo se vuelve marrón. Y ya no veo bien las teclas del teclado, pero las conozco de corazón, par coeur.el fenomenal Hércules ha sido tragado por los pequeños ángeles. Un ángel terrestre, al parecer me vio. Sigo.
El cangrejo es ahora dos platos secando en la cocina. Así es el amor.
Y todos los niños ángeles quieren su tajada del cuerpo grande y pesado de Hércules. Estas batallas son mejores que verlas en películas. Y ahora me pregunto cómo voy a bajar todos los implementos que he tenido que subir al quinto piso. Me puedo caer, me puedo matar. Que el cielo me proteja.
Y ahora esos platos se me antojan más bien una raya y su cría, yendo a nuevos territorios en busca de nuevas aventuras. Al parecer al cielo no le agrada mucho ser descrito. Creo que se siente como desnudo. Los hombres de ciudad no observamos mucho hacia el cielo. Nos tiene sin cuidado. Les puedo decir que es una experiencia única. El escribir sobre él. Puede llegar a ser verdaderamente atemorizante. Hay que tener huevos. La oscuridad infinita me va tragando. Oriunda de la noche. Me pego a la luz de la pantalla de laptop como se pegaría una polilla en mi lugar, jaja. Esa emoción infantil ante el cielo es sin duda muy parecida a como deben haberse sentido los antiguos hombres que vivieron por estos lares. Ummm, sí, de hecho da temor. Pero tengo que llegar a las mil palabras, me disculparán. Por suerte la mayoría de casas del barrio donde vivo llegan a quintos pisos. Pues es así que puedo ver sin mayores inconvenientes todos los cerros del alrededor ir perdiéndose en la inquietante oscuridad. Probablemente sea la niebla la que se lo ha devorado todo y bueno me tiene una animadversión. Pero hoy he decidido mirar al cielo desnudo, y en ese camino he subido hasta la cima precisa, instalado mis instrumentos indispensables, y procedido y esperando un poco, lo he cogido desprevenido. I don’t have you any fear. Y pues se ha puesto tímido. Pero en fin, se trata de oriunda de la noche, y por ella hago todo. Incluso dar mi vida, mi sangre. El frío ya empieza a ser aterrador, el viento que me quiere llevar, y parece que ya va siendo tiempo  de terminar con mi relato, incluso Miles ya se ha detenido, y lo tengo que hacerse repetir un poco de manera obligada, Por si les importa, les diré que del mundito que les hablaba ya no queda nada. Y recuerden cada noche es distinta, cada batalla es única y eterna. Oriunda de la noche. Salvación. Amén.

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