Oriunda de la noche
Sunset,
muerte, free birds, y todo lo que los concierne.
Y ahora
Miles Davis al ritmo del álbum Walkin’ y el cielo limeño al atardecer.
Oriunda de
la noche, todavía no ha nacido, eso creo.
Viene en
camino y me hace derramar algunas lágrimas.
Tengo
suerte de que aun se humedezcan mis ojos.
La
felicidad puede estar en este quinto piso.
Y se siente
bien.
Qué puede
haber de más precioso que el vaivén de una pita, que el ave solitaria que da
sus vueltas a toda velocidad.
Estos
cerros plomos que me encierran formando un inolvidable círculo.
Inolvidable
es la palabra.
No olvidar.
Es más bien
recordar. Es más bien una marca. Una impresión en el alma.
Con mis
audífonos sólo escucho a Miles. Y del Mundo queda solo este panorama distante
que me muestra mi pequeña Lima.
Y veo como
las pequeñas luces amarillas empiezan a aparecer mientras escribo.
Inspiración.
Un vaso de agua puede darte mucha inspiración.
Una
distante batalla de nubes. Las rojas contra las azules, sí qué es de temer.
Mirar y mirar
ahí. Y estas ahí. Y eres nube, y tienes la libertad de ese viento sincronizado.
Es una
batalla que se agranda, que se encoge. Un osito verde.
Un poquito
más de luces amarillas.
Quiero
caminar en silencio y llegar a ti. Que mis pasos me lleven a ti.
Pensar en
un punto de llegada. La ciudad no te deja tranquilo.
Olvídate de
la paz, man. Estás en la jungla ese es el mensaje. Pero te digo que eso no
necesariamente es así.
Y alzó la
vista y veo como la batalla ha terminado. O qué tema aparte es este de los colores.
Animalejos que me molestan que andan por mi cuerpo. Mi piel es su carretera.
Y bien es
el precio, esa si es una palabra pesada y sabia. El precio.
Todo tiene
un precio, hasta existir. Los instantes que pasan, ir de soledad en soledad, de
arbitrariedad en arbitrariedad, de tienda en tienda, de dios en dios. Todo
oscurece y no se trata precisamente de colores muy inspiradores. Hay que
observar.
Las luces titilan,
los perros ladran, los autos chillan esas alarmas de grandes egos. Y el cerro
del fondo se vuelve un manto amarillo, me viene a la mente la palabra
intermitencia. Algunas luces son más bien más claras que el amarillo chillón,
los perros ladran furiosamente, hay algo en el mundo que no pueden explicar, el
frío es más intenso, jaja. Estamos en verano. Los microclimas peruanos.
Y bien la
noche pierde en frescura.
Otra
batalla en las nubes.
El San Cristóbal.
Un cerro con aura de salvajismo ingenuo. La ingenuidad es una gran virtud.
En el cielo
amarillo detrás de mí veo un pez quieto, y que se va diluyendo mientras los
restos de la muerte del sol van cayendo en el olvido.
Y Hércules
con su cabello en remolino va en busca de cumplir otra de sus hazañas, miles de
ángeles en forma de minúsculas nubes lo siguen. El pez se convirtió en
cangrejo. Cada noche es distinta.
Dos
estrellas dan su testimonio en esta noche. El cielo es de celeste mar. Una es
más grande la otra debe ser su hija. Y están ahí arriba sin más, así como
nosotros estamos aquí abajo sin más, tal cual.
Y el cielo
bajo del cangrejo se vuelve marrón. Y ya no veo bien las teclas del teclado,
pero las conozco de corazón, par coeur.el fenomenal Hércules ha sido tragado
por los pequeños ángeles. Un ángel terrestre, al parecer me vio. Sigo.
El cangrejo
es ahora dos platos secando en la cocina. Así es el amor.
Y todos los
niños ángeles quieren su tajada del cuerpo grande y pesado de Hércules. Estas
batallas son mejores que verlas en películas. Y ahora me pregunto cómo voy a
bajar todos los implementos que he tenido que subir al quinto piso. Me puedo
caer, me puedo matar. Que el cielo me proteja.
Y ahora
esos platos se me antojan más bien una raya y su cría, yendo a nuevos
territorios en busca de nuevas aventuras. Al parecer al cielo no le agrada
mucho ser descrito. Creo que se siente como desnudo. Los hombres de ciudad no
observamos mucho hacia el cielo. Nos tiene sin cuidado. Les puedo decir que es
una experiencia única. El escribir sobre él. Puede llegar a ser verdaderamente
atemorizante. Hay que tener huevos. La oscuridad infinita me va tragando.
Oriunda de la noche. Me pego a la luz de la pantalla de laptop como se pegaría
una polilla en mi lugar, jaja. Esa emoción infantil ante el cielo es sin duda
muy parecida a como deben haberse sentido los antiguos hombres que vivieron por
estos lares. Ummm, sí, de hecho da temor. Pero tengo que llegar a las mil
palabras, me disculparán. Por suerte la mayoría de casas del barrio donde vivo
llegan a quintos pisos. Pues es así que puedo ver sin mayores inconvenientes
todos los cerros del alrededor ir perdiéndose en la inquietante oscuridad.
Probablemente sea la niebla la que se lo ha devorado todo y bueno me tiene una
animadversión. Pero hoy he decidido mirar al cielo desnudo, y en ese camino he
subido hasta la cima precisa, instalado mis instrumentos indispensables, y
procedido y esperando un poco, lo he cogido desprevenido. I don’t have you any
fear. Y pues se ha puesto tímido. Pero en fin, se trata de oriunda de la noche,
y por ella hago todo. Incluso dar mi vida, mi sangre. El frío ya empieza a ser
aterrador, el viento que me quiere llevar, y parece que ya va siendo
tiempo de terminar con mi relato,
incluso Miles ya se ha detenido, y lo tengo que hacerse repetir un poco de
manera obligada, Por si les importa, les diré que del mundito que les hablaba
ya no queda nada. Y recuerden cada noche es distinta, cada batalla es única y
eterna. Oriunda de la noche. Salvación. Amén.
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